Durante los últimos años ha ido adquiriendo cada vez mayor relevancia, en el debate técnico y social, el modelo Housing First (vivienda primero, en inglés) en lo que se refiere al abordaje de la problemática de las personas sin hogar. Desarrollado inicialmente en los Estados Unidos a finales de los años 90, este modelo de intervención en el ámbito del sinhogarismo ha ido extendiéndose a lo largo de los últimos años a muy diversos países y forma ya parte de las estrategias oficiales de prevención y abordaje de la exclusión residencial en diversos países de Europa. En nuestro entorno más cercano, el modelo Housing First está siendo desarrollado en el Estado español a través del programa Habitat de la Fundación RAIS y la propia Estrategia Nacional Integral para Personas Sin Hogar aprobada en 2015 por Gobierno central aboga por el impulso de este tipo de actuaciones.
En la CAPV, se han puesto ya en marcha iniciativas específicas en Bizkaia y Gipuzkoa, impulsadas por las Diputaciones Forales de esos territorios y los Ayuntamientos de Bilbo y Donostia.
¿En qué consiste este modelo? Housing First se caracteriza principalmente por:
- Entender el alojamiento como un derecho humano fundamental, al que deben tener acceso todas las personas.
- Partir del principio de que las personas toman todas las decisiones que les afectan; por lo tanto, los equipos de profesionales están para apoyar en ese proceso y para ayudar a que las personas puedan llevar a la práctica sus decisiones. Cualquier apoyo que se preste, pone a la persona y sus necesidades en el centro.
- Tender a la normalización, huyendo de guetos de vivienda o de formas de alojamiento en las que se concentren personas que partían de una situación de exclusión social.
- La vivienda es el lugar de residencia, de intimidad y de seguridad de cada persona; si es necesario algún tipo de tratamiento, éste se realizará desde los recursos y servicios a los que accede el resto de la ciudadanía.
- La comunidad (el bloque en el que las personas viven, el barrio, etc.) es un espacio de oportunidades para recuperar la relación con el entorno y construir una red social de apoyo.
Desarrollado inicialmente por la organización Pathways to Housing de Nueva York a principios de la década de 1990, tiene como objetivo prioritario alojar a la persona en una vivienda estable tan pronto como sea posible, y se define por los siguientes elementos clave (Grupo de Alojamiento EAPN Madrid, 2013):
- Se dirige exclusivamente a personas que sufren enfermedades mentales y trastornos de adicción.
- Proporciona acceso inmediato a una vivienda asequible y permanente directamente desde la calle o desde los dispositivos de emergencia.
- Se recomienda a los usuarios la participación en un tratamiento de salud mental o la reducción de las drogas y el consumo de alcohol, si bien no es obligatorio hacerlo para acceder a la vivienda, mantenerse en ella ni para recibir apoyo social.
- Se realiza una intervención integral, a través de equipos de tratamiento asertivo comunitario (ACT). Se trata de equipos multidisciplinares de carácter sociosanitario: especialistas en toxicomanías, enfermeras/os, psiquiatras, trabajadores/as sociales, personal de ayuda mutua y orientadores laborales. Los equipos se encuentran fuera del emplazamiento donde está situada la vivienda, pero están disponibles telefónicamente las 24 horas del día, siete días a la semana. El uso de estos servicios es de carácter voluntario, pero se anima a participar a los usuarios y se les pide reunirse con el equipo al menos una vez a la semana. Se ofrecen servicios de asesoramiento económico para asegurar el pago del alquiler y otras facturas.
- La vivienda se proporciona a través de un contrato de arrendamiento sin límite de tiempo, y la prestación del servicio está disponible todo el tiempo que sea necesario. La vivienda y el apoyo social se mantienen independientes entre sí.
- Se hace hincapié en la importancia de la elección como un elemento central del enfoque housing first. Los participantes pueden elegir el tipo, la frecuencia y la secuencia de los servicios. Pueden elegir su barrio y el apartamento en función de su disponibilidad, así como muebles y menaje del hogar.
- Se subraya también la necesidad de utilizar viviendas dispersas –es decir, que no haya más de una cantidad de alojamientos en un mismo edificio (el 15%)–, con el fin de promover la integración.
En todo caso, las bases conceptuales del modelo son tres:
- Por una parte, la disociación entre la provisión de una vivienda y la provisión de los apoyos socioeducativos y psicosociales necesarios para la inclusión social. El modelo housing first forma así parte de una orientación más amplia, aplicada en numerosos países en el ámbito de la exclusión residencial, que podría definirse como enfoque basado en la vivienda (housing led policies). De acuerdo a la Conferencia de Consenso sobre el Sinhogarismo de 2010, las políticas centradas en la vivienda son todas aquellas que identifican la provisión y/o mantenimiento de una vivienda estable como el paso inicial para prevenir o resolver las situaciones de sinhogarismo. Estos enfoques consideran la vivienda como un derecho fundamental y un prerrequisito para la resolución de otros problemas sociales, laborales o de salud. Desde esta perspectiva, el factor que subyace a la exclusión residencial es la carencia de una vivienda, y no necesariamente la pobreza o la exclusión social, por lo que proveer de una vivienda a esas personas se considera la base para cualquier otro tipo de intervención. Complementariamente, este enfoque implica que son los servicios de vivienda, y no los servicios sociales, los que deben asumir el protagonismo en relación a la prevención y el abordaje de la exclusión residencial extrema.
- La segunda idea básica que subyace a este modelo es la crítica al modelo condicional o en escalera, en el que se basan buena parte de los actuales recursos de atención a las personas sin hogar. En efecto, los enfoques centrados en la vivienda suponen una ruptura con los modelos intervención escalonada o lineal, en virtud del cual los itinerarios de inclusión sólo pueden iniciarse en el momento en que la persona usuaria está preparada para un proceso de cambio y en el que las personas sin hogar van superando escalones a través de diversos servicios residenciales, vinculados a la resolución de cuestiones sociales y de salud antes de convertirse en lo que llaman housing-ready (personas preparadas para acceder a una vivienda).
Este modelo lineal implica un continuo de atención, o itinerario de inclusión, a través del cual la persona en situación de exclusión progresa o avanza de forma paulatina: en el caso de las personas sin hogar, el itinerario partiría de los centros de baja exigencia o bajo umbral, a los recursos residenciales convencionales de corta estancia y, de ahí, a los modelos de vivienda tutelada o con apoyo, con niveles de autonomía más elevados y menor intensidad de apoyo. Se trata de un modelo escalonado y la ubicación de las personas en alojamientos autónomos o independientes se produce únicamente al final de esos procesos, una vez recorrido el itinerario completo. La superación de una serie de conductas o actitudes –entre ellas, los consumos de drogas− y la aceptación de una serie de normas, como la abstinencia, se plantean en este tipo de modelos como pre-requisito para el avance en ese continuo y el acceso a modelos residenciales autónomos (Johnsen y Teixeira, 2011).
- Junto con ese cuestionamiento de la intervención lineal o en escalera, el modelo housing first se basa también en los conceptos de reducción de daños y de baja exigencia, en un marco de intervención caracterizado por la incondicionalidad. En efecto, el concepto de reducción de daños es un componente esencial del modelo housing first, en la medida en que plantea un modelo de atención a las dependencias ‘a demanda’, en el que no se fuerza a las personas usuarias a participar en determinados tratamientos y en el que el acceso a la vivienda no se condiciona a la participación en tales programas. Este enfoque implica la posibilidad de que las personas que participan en estos programas puedan mantener sus consumos –siempre que no molesten a otras personas–, la necesidad de que la oferta de vivienda se complemente con la existencia de recursos sociosanitarios para la reducción de daños (como salas de consumo supervisado o programas de reparto de jeringuillas), y la adopción de cambios organizativos que permitan combinar los servicios de apoyo en la vivienda y de reducción de daños (Pauly et al., 2013).
En realidad, lo que el modelo housing first hace es trasladar al ámbito de la atención a las personas sin hogar algunos conceptos y principios que (teóricamente al menos) han sido ampliamente asumidos en otros ámbitos de los servicios sociales, como la atención a las personas mayores o a las personas con discapacidad: la individualización de la atención, la centralidad del concepto de calidad de vida, la apuesta por la utilización de viviendas o equipamientos residenciales de pequeño tamaño, bien integradas en la comunidad, el énfasis en el control y la autodeterminación por parte de las personas usuarias, y el protagonismo de los conceptos de reducción de daños y baja exigencia.
De acuerdo con lo apuntado por Pleace y Bretherton (2013), existe suficiente evidencia para afirmar que el enfoque basado en la vivienda es muy efectivo para reducir el sinhogarismo entre los colectivos con mayores necesidades de apoyo. Este enfoque enfatiza la necesidad de tratar a las personas sin hogar con necesidades intensas de apoyo con respeto, ofrecerles opciones de elección y control sobre sus vidas, y apoyarles para su reintegración en la sociedad mediante la provisión inmediata de una vivienda.
Resultados en Europa y en España
El modelo housing first es, probablemente, una de las intervenciones que ha sido sometida a más análisis y evaluaciones en el ámbito de la intervención social. En efecto, son muchísimos los ensayos, pilotos y evaluaciones realizados a lo largo de los últimos años, con resultados en general positivos. Entre otros, se han realizado evaluaciones rigurosas en países como Canadá, Bélgica, Inglaterra o Escocia, donde este enfoque forma parte de la estrategia nacional de atención a las personas sin hogar.
El estudio europeo más conocido es en cualquier caso el realizado, con apoyo de la Comisión Europea, en diez ciudades de otros tantos países por Volker Busch-Geertsema. De acuerdo a esa evaluación, el programa obtiene altas tasas de retención y la calidad de vida de las personas que acceden al programa mejora de forma ostensible, con mejoras en en lo que se refiere a los problemas de salud mental y de consumo de drogas, si bien los resultados no resultan tan alentadores desde el punto del acceso al empleo, la gestión de los recursos económicos, la integración social o las relaciones personales y con el vecindario. Por otra parte, en la mayor parte de los casos analizados el programa requiere menos recursos económicos que las intervenciones tradicionales, si bien es necesario avanzar en la realización de estudios de coste efectividad más concluyentes.
Los proyectos de housing first españoles también empiezan a arrojar resultados. La evaluación preliminar realizada por RAIS Fundación en relación a su programa pone de manifiesto resultados muy positivos. A partir de un diseño experimental en el que participan 100 personas sin hogar (divididas en dos grupos: el grupo participante en el programa Hábitat y otro que recibe la intervención tradicional), el programa ha demostrado ser más eficaz que las alternativas tradicionales de intervención con un coste económico similar. En efecto, las personas participantes en Hábitat disminuyen el uso de recursos sociales de emergencia y necesidades básicas (equipos de calle o centros de día) y aumentan el uso de recursos de rehabilitación y reinserción (talleres formativos, atención psicológica o psiquiátrica, rehabilitación, etc.). De la evaluación de eficiencia económica se deriva por tanto, de acuerdo a sus promotores, que el coste de Hábitat es similar o menor que el de otro tipo de recursos de la red de personas sin hogar, pero con una intervención de mayor intensidad y más efectiva.
De los resultados destaca extraordinariamente la estabilidad en el alojamiento. El perfil de personas participantes tiene enormes dificultades para acceder o mantener las plazas en los recursos de alojamiento tradicionales para personas sin hogar, por lo que acaban durmiendo de manera continuada en las calles. El 100% de las personas participantes en Hábitat han pasado de vivir establemente en la calle a permanecer, un año después de su entrada, en la vivienda que les facilita el programa.
De acuerdo a la información publicada por la propia Fundación, otros resultados destacados de la intervención son:
- La calidad de vida (índice QoLI) de las personas participantes ha mejorado notablemente en poco tiempo.
- Las personas en las viviendas sufren menos agresiones, insultos y vejaciones y su sensación de seguridad ha aumentado notablemente.
- Muchas de estas personas han recuperado las relaciones familiares y ha disminuido su sensación de soledad.
- En cuanto a la salud, destacan las mejoras con respecto a síntomas frecuentes en las personas sin hogar como la ansiedad y el insomnio.
Límites y posibilidades
Parecen obvios por tanto los beneficios que, frente a las alternativas tradicionales, suponen los programas de Housing First. Es en cualquier caso necesario reflexionar también sobre sus límites. La literatura consultada permite hacer referencia a las siguientes limitaciones:
- Desde el punto de vista del impacto o los resultados de este tipo de intervenciones, se han puesto de manifiesto los insuficientes resultados de estos programas desde el punto de vista de la integración social o relacional de estas personas, que no por residir en una vivienda abandonan –en ocasiones ocurre al contrario− la situación de soledad o aislamiento en la que viven. En ese sentido, las revisiones (aquí y aquí) realizadas en relación a esos programas indican que la idea de housing first no equivale a housing only y que la mera provisión de una vivienda no es suficiente para permitir que estas personas avancen hacia mayores cotas de inclusión.
- Otra de las limitaciones se refiere al riesgo de considerar que con la aplicación de este tipo de enfoques se da solución al conjunto de las personas sin hogar. Al contrario, los promotores de este tipo de orientaciones defienden que están dirigidas a un subgrupo específico de las personas sin hogar –las que tienen un problema de salud mental, discapacidad y/o adicciones−, por lo que será necesario seguir ofreciendo otro tipo de intervenciones a las personas que no se corresponden con ese perfil.
- Otra de las limitaciones de este modelo se refiere al riesgo de que se conviertan en una intervención puntual, exclusivamente desarrollada desde el ámbito de los servicios sociales, y que su aplicación no se traduzca en un cambio más generalizado de paradigma, es decir, en una asunción más sistemática por parte del sistema de vivienda de su responsabilidad en el ámbito de la exclusión residencial.
Desde ese punto de vista, más allá de la puesta en práctica de programas puntuales orientados a un subgrupo específico de personas sin hogar, el verdadero cambio que las políticas tradicionales que se desarrollan en el ámbito de la exclusión residencial pasa por:
- Un mayor protagonismo del sistema público de vivienda en la satisfacción del derecho a la vivienda de toda la población, incluida aquella con más dificultades sociales, relacionales y económicas.
- Una mayor capacidad del sistema de servicios sociales para, más allá de las prestaciones y el tratamiento en centros (residenciales, de atención diurna, etc.) realizar una labor de acompañamiento social, de intervención socioeducativa y psicosocial, mucho más intensa y extensa, facilitando a las personas que acceden a estas viviendas el nivel de apoyo que verdaderamente requieren para su inclusión social.