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Tendencias en consumo de drogas

[icon name=»book» class=»fa-2x fa-pull-left»] Drogomedia Monografikoak, nº 5.

Se calcula que el 43,5% de la población mundial (2.100 millones de personas) ha consumido alcohol el último año y que el 22,5% de los habitantes del planeta fuman tabaco (Gowing et al., 2015). El número de personas que han consumido alguna sustancia ilegal se estima en 250 millones, y se cree que 12 millones de ellas lo hacen por vía inyectada (Oficina de las Naciones Unidas para la Droga y el Delito, 2016). Los costes sociales y sanitarios del uso problemático de sustancias psicoactivas son también considerables, y en el caso del alcohol, por ejemplo, se elevan al 1% del producto interior bruto en los países de ingresos altos y medios. Si bien todas estas cifras varían notablemente de unas regiones a otras, permiten hacerse una idea del alcance actual del consumo de drogas.

Conocer la magnitud de cualquier fenómeno social en un momento determinado es el primer paso para poder intervenir sobre él, pero resulta difícil diseñar políticas eficaces sin conocer también cómo ese fenómeno ha evolucionado en el tiempo. El uso de drogas, presente en todas las sociedades y culturas, se encuentra en continua transformación: no sólo cambia el número de quienes consumen, sino también su perfil socioeconómico; la frecuencia e intensidad de los consumos; las sustancias utilizadas, y cómo se manipulan y distribuyen; las finalidades, contextos y percepciones del consumo; y por último, los indicadores de morbimortalidad y tratamiento. Analizar estas variaciones resulta clave a la hora de planificar cualquier política de drogodependencias, ya sea de reducción de la oferta, de reducción de la demanda o de tratamiento.

El nº 5 de Drogomedia Monografikoak propone un acercamiento a las tendencias actuales en torno al consumo de drogas, con el foco puesto fundamentalmente en Europa occidental. El objetivo que se persigue es reunir un puñado de análisis y datos que pongan de relieve algunas de las tendencias epidemiológicas existentes en torno al uso de sustancias adictivas. La documentación seleccionada examina principalmente los indicadores de frecuencia e intensidad, tratando de explicar los consumos en relación con las variables sociodemográficas clásicas de sexo y edad. Algunos estudios plantean perspectivas diferentes, aunque complementarias, fijándose, por ejemplo, en las diferencias por clases sociales, o en la relación entre la crisis económica y el uso de drogas.

La tónica general respecto a las sustancias legales en Europa occidental es el descenso de las tasas de consumo. En el caso del alcohol, se ha producido una bajada en el consumo per cápita, y cierta convergencia tanto de ese indicador como de los estilos de consumo, pues los países donde predominaba el denominado ‘modelo mediterráneo’ (ingesta casi diaria de pequeñas cantidades de alcohol durante las comidas) se han acercado al ‘modelo nórdico’ (consumo de mayor intensidad, fuera de las comidas y preferentemente los fines de semana), y viceversa. En cuanto al tabaco, se detecta también un aumento de las diferencias socioeconómicas entre la población fumadora, con tasas de abandono más bajas entre mujeres y clases menos favorecidas.

El consumo de drogas ilegales en la citada región, por su parte, ha aumentado en complejidad, pues como señala el informe del Observatorio Europeo de las Drogas y las Toxicomanías de 2016, no sólo ha crecido el número de sustancias adictivas disponibles en el mercado, sino también la prevalencia del consumo abusivo de fármacos y la extensión del policonsumo entre las personas con problemas de drogodependencias. Este mismo documento apunta otras tendencias, detectadas en varios países, como el incremento de la demanda de tratamiento por abuso de anfetaminas —en especial, por vía parenteral— y el aumento de las urgencias hospitalarias por consumo de heroína. En lo relativo al cannabis, no se detecta una tendencia clara, aunque hay indicios de que su consumo tiende a repuntar en determinados países y grupos sociodemográficos.

Las nuevas sustancias psicoactivas, un fenómeno incipiente y poco conocido

Siguiendo la definición propuesta por la Oficina de las Naciones Unidas para la Droga y el Delito (Tettey et al., 2013: iv), las nuevas sustancias psicoactivas son aquellas sustancias adictivas que, si bien no están contempladas en los convenios sobre drogas auspiciados por las Naciones Unidas en 1961 y 1971, pueden representar un riesgo de salud pública. En muchos casos se trata de sustancias que nunca antes habían sido sintetizadas, mientras que en otros lo novedoso es que han empezado a utilizarse con fines distintos a los originales, como es el caso de algunas empleadas en tratamientos médicos o veterinarios. Dentro de las nuevas sustancias psicoactivas, el citado organismo distingue seis categorías principales: cannabinoides sintéticos, catinonas sintéticas, ketamina, fenetilaminas, piperacinas y especies vegetales (Tettey et al., 2013: 1).

El número de sustancias adictivas no clasificadas legalmente como drogas ha registrado un fuerte incremento desde 2008

Establecer con exactitud la prevalencia del consumo de estas sustancias resulta complicado. Todavía faltan estudios epidemiológicos a gran escala, y como es lógico, los que se han publicado muestran enormes variaciones según las áreas geográficas, las sustancias y los grupos poblacionales considerados. Aun así, todo indica que, hasta la fecha, se trata de una práctica minoritaria y de marcado carácter experimental. A título ilustrativo, una encuesta del Eurobarómetro realizada a jóvenes de entre 15 y 24 años señalaba que el 8 % habían probado una de estas sustancias y que el 3 % las habían consumido el último año (cit. en Observatorio Europeo de las Drogas y las Toxicomanías, 2015: 7). Las prevalencias más elevadas de consumo reciente se daban en Irlanda (9 %), España, Francia (8 % en cada una) y Eslovenia (7 %).

A pesar de contar una prevalencia relativamente baja, hay varias razones por las que el consumo de las nuevas sustancias psicoactivas ha suscitado una preocupación creciente en la comunidad internacional. Una de las más evidentes es el rápido aumento del número de sustancias detectadas, así como su expansión geográfica. A diciembre de 2015, se habían notificado 644 de estas sustancias en un total de 102 países, observándose un aumento “sin precedentes” a partir de 2008, hasta el punto de que, en los últimos años, se identifica un promedio de una nueva sustancia por semana (Observatorio Europeo de las Drogas y las Toxicomanías, 2015: 7).

Esta proliferación de nuevas sustancias psicoactivas ha de relacionarse con los factores que caracterizan su producción, venta y consumo. En primer lugar, la novedad constituye un importante reclamo en una sociedad ávida de nuevas experiencias. Muchas sustancias se publicitan además como alternativas ‘legales’ a otras drogas, por lo que son erróneamente percibidas como más seguras. También resultan más accesibles, porque a menudo se venden en tiendas especializadas (head/smart shops) o a través de internet, eludiendo así los canales tradicionales de distribución de las drogas ‘ilegales’. Por último, el coste de fabricación y distribución de muchas de estas sustancias se presupone bajo, y cuando se declara ilegal alguna de ellas o desciende la demanda a causa de sus efectos perjudiciales, a veces basta con introducir pequeñas modificaciones en su estructura química para seguir vendiéndola, lo cual contribuye a la enorme diversificación mencionada con anterioridad.

Un último motivo de alerta es el relativo a los efectos de estas sustancias. Tal como los medios de comunicación han puesto de manifiesto —en ocasiones, con tintes sensacionalistas—, pueden tener consecuencias muy graves para la salud, y en distintos lugares se han documentado fallecimientos asociados a su consumo. Aun así, un amplio desconocimiento rodea los aspectos farmacológicos de la mayoría de estas nuevas drogas de síntesis. A menudo se ignoran sus efectos concretos a corto y largo plazo, así como su relación con la dosis o con variables biológicas del individuo (sexo, edad, peso, estado de salud). Lo mismo cabe decir de su interacción con otras sustancias, un dato clave, ya que el policonsumo parece cada vez más habitual. El modo en que actúan en el organismo y son metabolizadas por éste, y los factores de riesgo que pueden predisponer al consumo o la adicción resultan también poco conocidos. Esta falta de datos dificulta notablemente tanto el análisis forense como el consumo responsable.

[icon name=»bookmark» class=»fa-2x fa-pull-left»]Puede consultar una selección bibliográfica sobre nuevas sustancias adictivas en el portal Drogomedia.com.